El término buquinista (en francés bouquiniste) se refiere a los vendedores de libros antiguos y de ocasión, y desde el punto de vista etimológico, la palabra deriva debouquin (libro y sobre todo pequeño libro, o sea ediciones de bolsillo o de dimensiones de menor tamaño que lo usual).
Bajo la presión de vendedores de libros establecidos en un lugar fijo, un reglamento de 1649 prohibió la exhibición y venta de libros sobre elementos portátiles en el Pont Neuf en París. Las autoridades de la época estaban ansiosas de limitar los mercados paralelos no sometidos a la censura oficial. Durante este periodo los viajeros vendedores de libros fueron expulsados, y por momentos luego tolerados o reintegrados en un proceso de aprobación, según los vaivenes de la política. Con Napoleón y el ordenamiento y mejora de los muelles del Sena, los buquinistas se multiplicaron, y pronto fueron reconocidos por los poderes públicos. Un estatuto para ellos fue entonces establecido, similar al de los comerciantes públicos. En septiembre de 1829, y reconociendo irregularidades en el origen de parte del material manejado por los vendedores, se les prohibió « hacer compras a niños, escolares, servidumbre, y domésticas, sin las autorizaciones correspondientes ».
En 1859, una reglamentación fue implementada por la ciudad de París, y se permitió a los vendedores de libros antiguos y usados establecerse en puntos fijos. Instalados a lo largo de más de tres kilómetros a orillas del río Sena y declarados "Patrimonio de la Humanidad" por la Unesco, hoy día los 240 vendedores de libros de la capital francesa hacen uso de novecientas "cajas verdes", lo que permite albergar y exhibir unos 300.000 libros antiguos, así como un gran número de revistas, sellos, y tarjetas comerciales
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